El Juego

La afección por el juego es un impulso humano que es universal, no tiene fronteras ni cultura ni lingüística. Muchos juegos parecen ser comunes a los seres humanos de diversas partes del mundo.

Así como la danza era expresión de ritos para invocar ya sea la fertilidad o la adoración al sol o a la luna, muchos juegos que ahora pasan a ser meros pasatiempos infantiles, son en  realidad  reliquias de antiguos ritos religiosos que a menudo se remontan a los albores de la humanidad. La lucha de la cuerda, por ejemplo es una dramatización de la pugna entre oráculos; incluso el avión o “infernáculo” tiene que ver con los antiguos mitos sobre laberintos y ha sido adoptado más tarde para representar el viaje cristiano del alma desde la tierra hasta el cielo.

En el capítulo XVII del  LIBRO DE LA MUERTE egipcio hay una referencia a un juego practicado después de la defunción en el que los jugadores son los espíritus que han abandonado la vida terrenal y que moran en el mundo del más allá.

Los juegos de echar suertes, como los dados y las tabas daban la oportunidad a los seres humanos de consultar a los dioses para tomar decisiones difíciles.

Y el resultado de juegos emprendidos entre campeones era interpretado por sacerdotes u otras personas capacitadas para leer el futuro.

Incluso en 1895 mientras los franceses atacaban la capital de Madagascar, la reina nativa y su pueblo tenían más fe para conseguir la victoria, en el resultado de un juego de predicción llamado FANORONA, practicado por los adivinos con su propio ejército- ¿Quién no ha lanzado alguna vez una moneda  al aire para tomar una decisión? –

Cierta clase de juegos tienen, indudablemente, su origen en un intento de desarrollo educativo de la juventud o de mantenimiento de habilidades adquiridas.

El ajedrez era una reconstrucción imaginaria de un campo de batalla. “El juego de la oca”, es otro ejemplo del camino de la vida conocido por los hombres iniciados en la antigüedad.

Habilidades más mundanas, pero no-menos útiles encierran juegos tales como los dardos, el aro, las carreras pedestres o cualquier otro juego que requiera fuerza o destreza.

Los juegos de ingenio o de adivinar acertijos, deben haber sido un entretenimiento practicado por los hombres de las cavernas alrededor de la hoguera.

Más tarde en los laberintos y banquetes, en Grecia clásica, el fracaso de no acertar correctamente una adivinanza suponía un castigo: el perdedor debía beber un cuerno de vino adulterado a veces con sal, mientras que si acertaba, el premio era, recibir dulces o besos de una dama elegida.

Los juegos son un espejo de cada civilización. Diferentes conflictos humanos han sido dramatizados a través del juego. “El culto a la conquista” (en el juego nacional afgano de Buzkaski) en el cual con riendas entre los dientes, los caballistas arrastraban el cadáver de un ternero.

El conflicto entre nómadas y sedentarios está dramatizado en un juego de tablero “Dabolt Prejjesne” que se practica en Laponia.

Aunque la forma de los juegos tiende a permanecer inalterable, su simbolismo se ve a menudo influenciado, por acontecimientos contemporáneos especialmente políticos del momento.

Durante las guerras napoleónicas, por ejemplo, se fabricaron los juegos de ajedrez, representando a Napoleón como general, primer cónsul y emperador en la figura del rey blanco.

Cada pueblo tiene sus propias figuras tomadas de su entorno; cada uno tiene su propio sistema de valores y tradiciones asociadas al juego.

El jugador empedernido es, por supuesto, otro fenómeno universal, especialmente en aquellos juegos en que interviene la apuesta.

Por fortuna, para la mayoría de la gente el atractivo permanente del juego reside simplemente en el puro placer de entretenerse. Es este placer intangible lo que distingue el auténtico juego, del por así decirlo, deporte profesional, en el que lo importante “es ganar” más que el “participar”. La sencilla alegoría que produce el juego ha desaparecido; el deporte competitivo ha ocupado su lugar.

¿Qué significa el juego en la vida del Hombre?

Estamos hoy en día en los comienzos del siglo XXI, y veo como necesario re significar y fundamentar el juego, ya que ha sufrido una gran transformación.

El juego es el primer y más eficaz educador del ser humano. Es más, el niño necesita jugar para aprender y relacionarse con el espacio. A través del juego, el niño conforma su personalidad y estimula su capacidad creativa.

La intercomunicación humana es vital para el niño, mediante el juego, la persona aprende a conocerse a sí misma y a comprender a los demás, y al mundo.

Pestalozzi dijo: “…la actividad lúdica, es una ley de la niñez…”

Con el juego está relacionada el alma infantil; deberá resguardarse el ámbito para esa alma, donde ella pueda prosperar.

Existe para el hombre una cantidad variada de movimientos, sin duda el más humano de todos, es el juego. Pertenece a la edad dorada de la humanidad y ha sido conservado hasta el presente.

El objetivo del impulso del juego tomado dentro de un esquema general podría denominarse entonces figura viviente, y posee varias etapas en el desarrollo infantil.

En primer lugar surge en el niño el juego libre pleno de sentido y fantasía, luego y ya entre los 9 y 10 años de edad es el retozar, como la inspiración y la expiración el niño quiere dar riendas sueltas a ese impulso que percibe como algo tan necesario.

Y la tercera forma de movimiento es el mossilesance o desplazarse, deseo de andar, ir en busca de lugares, países o metas desconocidas.

Es decir: jugar, retozar, y desplazarse son expresiones de un instinto ancestral en el hombre. Aparecen esporádicamente en la infancia para luego desaparecer.

El juego en sí pertenece a una de las más antiguas conductas humanas; en el juego el hombre vive de un modo íntegro e indiviso, su puro contenido lúdico. A través de él se ensayan no solo conductas humanas sino diferentes roles, trabajos y oficios existentes en la vida diaria.

El niño participa plenamente en el juego con su fantasía creadora, debemos respetar esta entrega, permitiéndole a  través de los juegos, crear su mundo, cuidando de no introducirlo prematuramente en una mecanización inanimada que le proporciona la técnica deportiva. Ello será posible, más adelante, a partir de la pubertad con el advenimiento del pensar abstracto, y en la adolescencia con el nacimiento del juicio propio. En el niño debemos amparar su alma infantil, que está sedienta de imágenes vivas, que al ser representadas y jugadas por él le ayudarán a mantener vivo su ser interior, su yo espiritual, que a través de él quiere manifestarse, tratando de retrasar lo más posible los juegos electrónicos o  virtuales. Estimular la fantasía es hacer participar al niño con cuerpo y alma en el que hacer lúdico.

Es así importante introducir rimas, preguntas y respuestas, nombres característicos, ritmos y canciones al contenido de los juegos, para hacerlo real, utilizando elementos cotidianos, que le sirvan de modelo  a su esquema perceptivo- representativo del mundo. Por otra parte, a través del juego se posibilita experimentar gran caudal de la genuina sabiduría, en forma de grandes imágenes arquetípicas, que al ser jugadas, entran dentro del niño a modo de grandes enseñanzas. El niño puede desarrollar antipatía frente a lo exento de amor, a lo esquemático, y simpatía a lo amoroso, lo bello y lo armonioso. El alumno quisiera poder emularse a través del juego, ejercitando el desarrollo de la valentía, venciendo miedos y obstáculos, constituyéndose en un ser libre.

Movimientos plenos de sentido como el martillar, cepillar, barrer sembrar, hachar, introducen sentido en la acción mera del jugar.

Dentro del juego el niño comienza a desprenderse de lo naturalmente inconsciente, es por ello que toman importancia los juegos donde tienen que luchar contra el “hechiza miento” y su liberación. En el juego el niño quiere intervenir vigorosamente en la disputa entre: lo bueno y lo malo. Él se encuentra del lado de los buenos y quiere apartarse lo más lejos posible de los malos. De ésta  misma manera a través de los juegos el niño desea vencer las flaquezas humanas y los malos propósitos, como así también el afán de dominar, la astucia, la torpeza, la voracidad en sus diferentes manifestaciones, la esclavitud. En el fondo el niño desea pulirse, esforzarse por conquistar habilidades, por ser cada día mejor buscando perfeccionarse a sí mismo.

En toda esta descripción podemos deducir que lo más importante no es “jugar”, como manera de entretener al niño, y ayudarlo a canalizar correctamente sus energías, que son muchas. Si no que jugando con él lo estamos educando, le estamos permitiendo ensayar conductas para su futuro, a la vez que le mostramos una inmensa gama de cualidades  a desarrollar en toda su niñez y adolescencia.

De la imaginación y la creatividad del maestro depende poder alcanzar estos objetivos. Teniendo en cuenta modelos tales como juegos de persecución, “uno contra todos” o “todos contra uno”, y sus diversas combinaciones, juegos de los oficios, a través de la imitación, incorporar movimientos arquetípicos, rondas, cantadas que nos permiten vivenciar la fuerza del círculo del centro  y la periferia, “la casa” lo seguro, y el “afuera” el mundo y la inseguridad que nos permite desafiar nuestro valor y astucia.

Juegos grupales con consignas claras que nos posibilitan vivenciar la fuerza de lo grupal, a diferencia de lo individual- juegos de escondites, que nos permiten no solo desafiar al adversario sino ocultarnos de lo visible y vivir en cierta forma la cualidad de lo espiritual-invisible. Al esconderme ¿qué logro? : “desaparecer”, esa cualidad que sólo logro por la noche cuando duermo y me libero de mi corporalidad.

Juegos de equipos con preguntas y respuestas, hablados. Juegos cantados y de imitación. Juegos de puntería y meta, le permiten al niño proponerse un objetivo y lograrlo. Juegos de pelota reglados, juegos de lucha, juegos de destreza.

Todos estos juegos le permiten al niño desafiarse  a sí mismo, y a los otros. Aprender a dar y recibir, aprenderse a valer por sí mismo ante el peligro y ayudar a otro en el momento que así lo requiera. Aceptar reglas, límites precisos, aprender a ganar y perder alentando a los demás, esforzándose lo más posible por lograr un objetivo o una meta. ¿Por qué el juego es tan motivante para el niño, el joven e incluso el adulto?

En Alemania se han hecho, últimamente investigaciones al respecto, tratando de dilucidar el porqué de que tantos jóvenes  hayan abandonado las disciplinas deportivas tradicionales en busca de alternativas nuevas de movimiento, deportes más libres no tan reglados ej.: Patinaje en las calles, Caminatas y aerobismo en grupo, Bicicleta, y una cantidad innumerable de juegos que atraen a multitudes. Una de las razones que se encontró fue que el juego ofrece características de cambio y novedad, en los deportes tradicionales nada cambia, nada es nuevo, todo está reglado.

El juego ofrece situaciones nuevas, incertidumbre, dado que cómo se lo  va a resolver, depende de los participantes. Otra característica es que posee un grado de complejidad lógico ni demasiado complejo, pues produce falta de motivación y frustración ni demasiado poco complejo pues produce aburrimiento,  la última de las razones es la situación de sorpresa que presenta el juego.

(… )“El juego en sí no tiene valor, si no es practicado en el momento justo, y a partir del estado anímico apropiado” (…) (Kischnik-Van Haren).

 

 

Moviéndonos consiente y armoniosamente, a través de la Gimnasia Bothmer® y Spacial Dynamics®

El hombre habita su corporalidad, como si fuera su “casa” moviéndose por dentro y fuera de cada habitación. Pero la mayoría de las personas habitan muy poco algunas partes de su cuerpo, en ocasiones habitan solo la cabeza (el pensar) el tórax (el sentir) o las extremidades (la voluntad) por lo que en algunos casos, es el cuerpo quien reacciona con una variedad de dolores y contracturas. Cuando aprendemos a desarrollar conciencia espacial a través de la práctica regular de Spacial Dynamics , nuestra conciencia espacial se acrecienta, permitiéndonos percibir nuestro “espacio personal”, “supra personal” e “infinito”, aprendiendo a ordenarlos, armonizarlos y alinearlos, para poder elegir donde queremos encontrarnos con el mundo, como poner límites saludables para nuestras vidas.
Esto crea una distancia más objetiva y más “saludable con el mundo” a través de la conciencia de un nuevo espacio, que creamos cuando nos movemos en forma armónica.

Es importante haber desarrollado los sentidos básicos en la niñez para luego en la adultez poder desplegar los sentidos superiores.

Los sentidos básicos o físicos son: sentido del tacto, sentido del movimiento, sentido del equilibrio y sentido vital. Los sentidos medios o anímicos son: el térmico, el gusto, el visual,  y el olfativo. El sentido del equilibrio cuando es ejercitado durante el primero y segundo septenio permite en el ser humano, el despliegue de uno de los sentidos superiores: El auditivo.

El sentido del movimiento se metamorfosea en el sentido del habla, el tacto deviene en el sentido del yo ajeno y el sentido vital  en el sentido del pensamiento ajeno.
Cuando de adultos hacemos ejercicios que comprometen dichos sentidos, esto nos permite espejar en nuestra alma un sentimiento de armonía y tranquilidad de haber conquistado el “centro”.

En la antigua India, el Yoga era la manera de alcanzar el conocimiento espiritual y era a través de “la práctica de la respiración, que se alcazaba dicho conocimiento espiritual”, la respiración era el órgano del conocimiento. En los tiempos actuales, nuestra respiración, por el contrario, se ha hecho carente de espíritu y en gran medida también carente de alma. Solo un resto de vivencia anímica queda en nuestros días, a través de la respiración. La vivencia espiritual propiamente dicha, en nuestra época está ligada a la función del cerebro  y del pensar. A través de él, la vivencia espiritual.

Es así que Rudolf Steiner propone para esta época cultural, el nuevo camino del conocimiento a través de un nuevo “Yoga de los sentidos”, y del desarrollo de los doce sentidos, como portales hacia el mundo.

Si buscamos este camino espiritual a través del movimiento y la nueva imagen del hombre espiritual, vertida a través de la antroposofía, nos encontramos con la gimnasia bothmer y spacial dynamics.

Spacial Dynamics® es una disciplina del movimiento, miembro de ISMETA , International Somatic Movement Educaction y Therapy Association , reconocida conjuntamente con la Gimnasia Bothmer®, como disciplinas del movimiento pedagógicas-terapéuticas, recomendadas por la Antroposofía, en las escuelas Waldorf, y para la práctica diaria en, adolescentes, adultos que buscan salud y armonía en sus movimientos y  también en las diferentes terapias complementarias.

Jaimen McMillan creador de Spacial Dynamics®, en 1985, y director por 30 años de la Escuela de Gimnasia Bothmer de Stuttgart, estudió los componentes espaciales de la salud y la enfermedad. Observando que cada enfermedad es acompañada de “gestos” típicos y únicos que deben ser transformados para lograr la salud.

Siendo una disciplina de movimiento que armoniza y alinea el pensar sentir y actuar, nos ayuda a encontrar nuestro centro para poder desde allí actuar en libertad.
Si estudiamos los componentes del espacio, vemos que no es algo estático y vacío, sino vibrante y abarcante, cuando nos movemos, el espacio que nos rodea se mueve con nosotros creando formas, que luego habitamos en nuestra vida diaria. Spacial Dynamics nos enseña a movernos de una nueva forma, consiente y no mecánica, armoniosa y a la vez saludable.

De esta manera creamos hermosas formas que nos contienen y en las cuales podemos desarrollarnos, crecer, vincularnos de una mejor manera.

La práctica rítmica, nos ayuda a tener conciencia de nuestros actos, y movimientos, y nos despierta en una nueva conciencia espacial, la cual debemos incorporar en nuestras vidas.

Sería bueno preguntarnos: ¿qué formas creamos, cuando nos movemos mecánicamente, con ansiedad, nerviosismo, enojo, o apuro? ¿Será que el espacio alrededor nuestro se comprime? ¿Qué hacer entonces para que el espacio que nos rodea se expanda y nos permita sentirnos plenos, en armonía y equilibrio, colaborando para que la salud física, anímica y espiritual pueda acompañarnos?

¡Aprender a movernos de una manera diferente!

Lic. Mónica Inés Oddino

El Hombre y el movimiento

Por Mónica Oddino
Edición: Ariel E. Ramos

Ayer y hoy

Rudolf Steiner escribió alguna vez que los movimientos del cuerpo son sabios en sí mismos y que por esa razón nos brindan una sensación de libertad. Si dejamos que esos movimientos se expresen por sí mismos, sin limitarlos, y trabajamos para armonizarlos, la conciencia de libertad y calma interior crece dentro de nosotros. Al contrario, los movimientos mecánicos y sin sentido producen agotamiento, y bloqueo de las corrientes vitales.

En la antigüedad, el movimiento tenía un sentido claro en la vida del hombre. A través de los oficios, por ejemplo, se lograba un movimiento pleno de sentido. Hoy en día la tecnología suplantó al hombre, haciendo las tareas que éste había hecho desde antaño.

Los griegos tenían un concepto amplio del movimiento, y quien dominaba este arte era llamado “gimnasta”. Ese arte formaba parte de una búsqueda integral, de lo bello, lo bueno y lo verdadero, a través de disciplinas como la filosofía, la oratoria, las artes plásticas y la danza. En este sentido, la cultura griega buscó una relación armónica entre cuerpo, alma y espíritu.

Para el hombre de nuestro tiempo, rodeado de tecnología, moverse significa algo totalmente distinto. Por un lado, significa desplazarse en el espacio, y por otro, una ejercitación física (habitualmente en gimnasios o clubes) que suple a los movimientos naturales que la tecnología ha desplazado, y que el cuerpo necesita para su desarrollo vital. Pero existe algo en el ser humano que sigue ansiando la integración de cuerpo, alma y espíritu.

Esta polarización entre pasividad casi absoluta y movimientos artificiales quizá sea más evidente hoy día en los jóvenes y niños, que pasan muchas horas sentados frente a la televisión o la computadora, en una actividad casi exclusivamente mental, y que luego aprovechan sus horas libres para expandirse a través de los deportes, como una forma de canalizar el deseo retenido, de moverse. Nuestra sociedad, y en particular las instituciones educativas, premian en general el desarrollo intelectual por sobre el corporal y no apuntan a un desarrollo armónico de toda la individualidad a través de la estimulación física, anímica y espiritual. En toda la sociedad vemos una tendencia similar, y cuando el cuerpo es valorado, lo es desde el aspecto materialista, para lograr belleza física a costa de sacrificios en la comida, exigencias aberrantes y cirugías.

Este “sistema” de la vida contemporánea abruma y aturde al ser humano, y vemos que en los consultorios psicológicos se atiende cada vez más frecuentemente a pacientes con problemáticas anímicas de diferentes tipos: miedos, fobias, obsesiones, anorexia, bulimia, trastornos en el sueño y ataques de pánico. Esto sucede, en parte, porque nuestra cultura atenta fundamentalmente contra toda la organización rítmica del hombre: respetar las horas de sueño, llevar una buena alimentación, hacer caminatas diarias etc., todo lo cual contribuye a crear salud.

Se trata de explicar esta situación desde la medicina, la pedagogía, la psicología, etc., pero parece no haber salida para este dilema en el que nos encontramos hoy en día, en el cual faltan de estímulos para reencontrarnos con el movimiento. El consejo primordial, pocas veces tenido en cuenta, es mantener un buen estado evitando la vida sedentaria, realizando actividad física diariamente en  forma integral. Ningún tipo de terapia, puede compensar la falta de movimiento.

¿Qué es el movimiento?

El movimiento es, en su sentido más profundo, pura voluntad hecha acto. Todo lo vivo, tiene  movimiento, desarrollo, metamorfosis, proceso. El movimiento es la forma de expresarse que tiene la vida misma, abrazando la materia y ordenándola. Esta conexión intrínseca entre vida y movimiento era mucho mayor en tiempos pretéritos, pero con el correr de los siglos pasó a ser algo abstracto, separado de cualquier relación con la trascendencia. Hoy día nos enfrentamos de forma muy clara con la alternativa entre dos concepciones del mundo: la materialista y la espiritual.

Desde una mirada materialista del hombre, a través del ejercicio físico logramos, distensión del estrés, descarga de energías, fortalecimiento, flexibilidad y agilidad muscular. Todo esto es muy saludable si no es encarado meramente con un sentido egoísta, como perpetuar la juventud y la belleza por más tiempo, que es lo que promueve nuestra cultura en la actualidad y carece de un sentido de trascendencia espiritual.

Reencontrando caminos

¿Cómo re-descubrir ese impulso espiritual detrás del movimiento que ya los griegos descubrieron antaño? Los educadores que conocemos esta problemática no podemos buscar unilateralmente el desarrollo del cuerpo o del intelecto. Debemos promover un desarrollo integral de los sistemas neuro-sensorio y metabólico- motor que tenga su centro en las “fuerzas del sentir” (sistema rítmico). A través de estas fuerzas, el ser humano encuentra en sus primeros años, armonía en el movimiento de su alma y en el de su cuerpo físico. En el trasfondo está el deseo de conocerse a sí mismo, y de experimentar los límites de su corporalidad. En la infancia, a través del juego, colocamos las semillas para el auto-conocimiento. A partir de los 14 años y hasta los 42, esa fuerza se va metamorfoseando en una necesidad de “rendimiento” de la vida anímica, cuyo objetivo es lograr el equilibrio y la calma interior. Finalmente, en la madurez, las fuerzas se concentran en un “rendimiento espiritual”, como forma de entregar al mundo todo lo que se ha experimentado y aprendido. Se abre así un nuevo camino de auto-conocimiento.

Si a lo largo de la vida no se logra promover la evolución de este impulso, que tiene su primer anclaje en lo físico, se corre el riesgo de un apego desproporcionado a lo físico-material con un endurecimiento excesivo del cuerpo y un “ablandamiento” de la vida anímica. En el otro extremo se encuentra el sedentarismo que produce abulia, bloqueo hasta llegar a la parálisis, y se expresa en una gran dificultad o imposibilidad para transformar la realidad de la propia vida.

A principios del siglo XX (1919) Fritz Graf Von Bothmer, discípulo de Rudolf Steiner, comprendió esta dicotomía presente en el movimiento, e impulsado por el fundador de la antroposofía, dio a luz a la  Gimnasia Bothmer®, basada en las enseñanzas griegas, y ampliada desde esta nueva cosmovisión.

Su intensión era crear una nueva  gimnasia que posibilitara al hombre, acompañar el desarrollo del cuerpos físico durante el segundo y tercer septenio y posibilitara al hombre desplegar la voluntad en sí mismo, la armonía entre su pensar, su sentir y su actuar, alcanzando la plenitud a través del actuar de los  doce sentidos.

Comprendió que el hombre se yergue en el espacio, venciendo la ley de gravedad y buscando a través de la levedad, la luz del sol. Aquí en el plano físico, se confronta con los diferentes planos que conforman su tridimensionalidad: el plano sagital, que  tiene su relación con la actividad del pensar (derecha izquierda, dos hemisferios), plano frontal, delante -atrás, relacionado con la actividad volitiva. Y finalmente el plano horizontal, relacionado con la vida del alma, arriba-abajo, como es en el cielo es en la tierra, y el desafío consiste en moverse conscientemente, para poder despertar a los diferentes tipos de espacios existentes, espacio individual, a través del cual puedo encontrarme conmigo mismo y recorrer mi propio camino de auto-conocimiento, espacio social, en el cual puedo relacionarme con los “otros” y finalmente el espacio infinito, a través del cual me conecto con mi ser espiritual y por ende con la Divinidad.

Es así que Jaime Mc. Millán, al cabo de muchos años, casi 20, de intensiva investigación y experimentación, en este campo y  como formador de gimnastas en la escuela de Gimnasia Bothmer® en Stuttgart, en diferentes situaciones pedagógicas y terapéuticas, incluyendo diferentes disciplinas del movimiento, realizó una ampliación del camino que Bothmer había emprendido y en 1985 funda el Spacial Dynamics Institute®, en Albany New York, USA, ver www.spacialdynamics.com

Spacial Dynamics® Spacial es el adjetivo inglés para space: espacio. Esta palabra contiene en sí misma la aspiración de esta nueva disciplina del movimiento, en la cual el hombre crea una dinámica con el espacio en el cual habita. Dicha dinámica entre el hombre y el espacio se plasmó en una serie de ejercicios, de movimientos orientados en el espacio, a través de juegos y de un refinado método de estudio de la biomecánica del movimiento.

El germen para el desarrollo de esta disciplina, fue fundamentado por las observaciones hechas por Mc. Millan durante sus estudios en psicología, y en las sesiones terapéuticas como fisioterapeuta, en la cual observó una asombrosa similitud en la postura física y en los modelos de movimientos de pacientes con cuadros patológicos parecidos. En el caso de niños autistas, por ejemplo, donde no hubo encuentro con otros autistas, los movimientos cobraron una similitud tal, que parecían copiados.

Parece que una determinada enfermedad o síndrome, modela de manera característica, la imagen del movimiento del paciente. ¿Sería posible entonces trabajar en forma inversa? Si de hecho la enfermedad cobraba un efecto negativo sobre el modelo de su movimiento ¿podría entonces cobrarse un efecto positivo sobre la enfermedad a través de movimientos curativos? Primeros intentos en esa dirección ya aportaron resultados que alentaron la esperanza.

Eran necesarias determinadas condiciones previas, para poder implementar el movimiento terapéutico, en forma exacta debida, los propios movimientos debían ser apropiados para la imitación, debía ser obtenida una nueva comprensión del espacio, debía ser elaborada una imagen ideal del hombre que se mueve en equilibrio, debía ser desarrollada una nueva manera de poder percibir el movimiento. Además debía ser investigado el efecto específico de un determinado movimiento.

Para la formación del propio movimiento debe ser vivenciado a través del deporte, de la danza del esgrima: este es el espacio dominado, a través de las artes marciales orientales, se vivencia el espacio concentrado ,en el enfrentarse con el agua, el sonido y la euritmia, nos enfrentamos con el espacio que fluye, a través de la geometría proyectiva llegamos a la conciencia del espacio infinito, a través del masaje rítmico, la fisioterapia, y las terapias del movimiento llegamos a la conciencia del espacio del otro.

Tuvieron que cobrar una expansión asimismo, la concepción del espacio y su percepción a través del pensar. Al respecto, pudieron ser halladas ideas de apoyo en las obras de pensadores, revolucionarios del siglo XIX y XX.

Hablando en términos de crear en sí mismo fuentes de salud, como indica la Salutogénesis, el  practicar regularmente, Gimnasia Bothmer® o Spacial Dynamics® , acrecienta no solo el aparato inmunológico sino que a su vez armoniza el cuerpo emocional y espiritual. Contribuye a moverse de una manera más económica,  vigorizando la voluntad, reduciendo el stress, elevando el humor, logrando neutralizar el nerviosismo diario, dando paso al bienestar, al equilibrio interior, aportando alegría de vivir. Además de despertar la conciencia corporal y espacial, despierta el interés por los “otros”, acrecentando la atención, la memoria, elevando el auto estima.

Es muy indicada en terapias de anorexia nerviosa, bulimia, trastornos de ansiedad, fobias, ataques de pánico, problemas posturales, reuma, artrosis u artritis, osteoporosis etc. y en toda enfermedad en la cual el yo o núcleo del alma, se haya debilitado y  necesite ser fortalecido, equilibrado y alineado.

Respetar nuestros ritmos y buscar el sentido pleno de nuestra vida, es conjuntamente con el movimiento el  camino certero para llegar a la meta de nuestra propia realización.