El Juego

La afección por el juego es un impulso humano que es universal, no tiene fronteras ni cultura ni lingüística. Muchos juegos parecen ser comunes a los seres humanos de diversas partes del mundo.

Así como la danza era expresión de ritos para invocar ya sea la fertilidad o la adoración al sol o a la luna, muchos juegos que ahora pasan a ser meros pasatiempos infantiles, son en  realidad  reliquias de antiguos ritos religiosos que a menudo se remontan a los albores de la humanidad. La lucha de la cuerda, por ejemplo es una dramatización de la pugna entre oráculos; incluso el avión o “infernáculo” tiene que ver con los antiguos mitos sobre laberintos y ha sido adoptado más tarde para representar el viaje cristiano del alma desde la tierra hasta el cielo.

En el capítulo XVII del  LIBRO DE LA MUERTE egipcio hay una referencia a un juego practicado después de la defunción en el que los jugadores son los espíritus que han abandonado la vida terrenal y que moran en el mundo del más allá.

Los juegos de echar suertes, como los dados y las tabas daban la oportunidad a los seres humanos de consultar a los dioses para tomar decisiones difíciles.

Y el resultado de juegos emprendidos entre campeones era interpretado por sacerdotes u otras personas capacitadas para leer el futuro.

Incluso en 1895 mientras los franceses atacaban la capital de Madagascar, la reina nativa y su pueblo tenían más fe para conseguir la victoria, en el resultado de un juego de predicción llamado FANORONA, practicado por los adivinos con su propio ejército- ¿Quién no ha lanzado alguna vez una moneda  al aire para tomar una decisión? –

Cierta clase de juegos tienen, indudablemente, su origen en un intento de desarrollo educativo de la juventud o de mantenimiento de habilidades adquiridas.

El ajedrez era una reconstrucción imaginaria de un campo de batalla. “El juego de la oca”, es otro ejemplo del camino de la vida conocido por los hombres iniciados en la antigüedad.

Habilidades más mundanas, pero no-menos útiles encierran juegos tales como los dardos, el aro, las carreras pedestres o cualquier otro juego que requiera fuerza o destreza.

Los juegos de ingenio o de adivinar acertijos, deben haber sido un entretenimiento practicado por los hombres de las cavernas alrededor de la hoguera.

Más tarde en los laberintos y banquetes, en Grecia clásica, el fracaso de no acertar correctamente una adivinanza suponía un castigo: el perdedor debía beber un cuerno de vino adulterado a veces con sal, mientras que si acertaba, el premio era, recibir dulces o besos de una dama elegida.

Los juegos son un espejo de cada civilización. Diferentes conflictos humanos han sido dramatizados a través del juego. “El culto a la conquista” (en el juego nacional afgano de Buzkaski) en el cual con riendas entre los dientes, los caballistas arrastraban el cadáver de un ternero.

El conflicto entre nómadas y sedentarios está dramatizado en un juego de tablero “Dabolt Prejjesne” que se practica en Laponia.

Aunque la forma de los juegos tiende a permanecer inalterable, su simbolismo se ve a menudo influenciado, por acontecimientos contemporáneos especialmente políticos del momento.

Durante las guerras napoleónicas, por ejemplo, se fabricaron los juegos de ajedrez, representando a Napoleón como general, primer cónsul y emperador en la figura del rey blanco.

Cada pueblo tiene sus propias figuras tomadas de su entorno; cada uno tiene su propio sistema de valores y tradiciones asociadas al juego.

El jugador empedernido es, por supuesto, otro fenómeno universal, especialmente en aquellos juegos en que interviene la apuesta.

Por fortuna, para la mayoría de la gente el atractivo permanente del juego reside simplemente en el puro placer de entretenerse. Es este placer intangible lo que distingue el auténtico juego, del por así decirlo, deporte profesional, en el que lo importante “es ganar” más que el “participar”. La sencilla alegoría que produce el juego ha desaparecido; el deporte competitivo ha ocupado su lugar.

¿Qué significa el juego en la vida del Hombre?

Estamos hoy en día en los comienzos del siglo XXI, y veo como necesario re significar y fundamentar el juego, ya que ha sufrido una gran transformación.

El juego es el primer y más eficaz educador del ser humano. Es más, el niño necesita jugar para aprender y relacionarse con el espacio. A través del juego, el niño conforma su personalidad y estimula su capacidad creativa.

La intercomunicación humana es vital para el niño, mediante el juego, la persona aprende a conocerse a sí misma y a comprender a los demás, y al mundo.

Pestalozzi dijo: “…la actividad lúdica, es una ley de la niñez…”

Con el juego está relacionada el alma infantil; deberá resguardarse el ámbito para esa alma, donde ella pueda prosperar.

Existe para el hombre una cantidad variada de movimientos, sin duda el más humano de todos, es el juego. Pertenece a la edad dorada de la humanidad y ha sido conservado hasta el presente.

El objetivo del impulso del juego tomado dentro de un esquema general podría denominarse entonces figura viviente, y posee varias etapas en el desarrollo infantil.

En primer lugar surge en el niño el juego libre pleno de sentido y fantasía, luego y ya entre los 9 y 10 años de edad es el retozar, como la inspiración y la expiración el niño quiere dar riendas sueltas a ese impulso que percibe como algo tan necesario.

Y la tercera forma de movimiento es el mossilesance o desplazarse, deseo de andar, ir en busca de lugares, países o metas desconocidas.

Es decir: jugar, retozar, y desplazarse son expresiones de un instinto ancestral en el hombre. Aparecen esporádicamente en la infancia para luego desaparecer.

El juego en sí pertenece a una de las más antiguas conductas humanas; en el juego el hombre vive de un modo íntegro e indiviso, su puro contenido lúdico. A través de él se ensayan no solo conductas humanas sino diferentes roles, trabajos y oficios existentes en la vida diaria.

El niño participa plenamente en el juego con su fantasía creadora, debemos respetar esta entrega, permitiéndole a  través de los juegos, crear su mundo, cuidando de no introducirlo prematuramente en una mecanización inanimada que le proporciona la técnica deportiva. Ello será posible, más adelante, a partir de la pubertad con el advenimiento del pensar abstracto, y en la adolescencia con el nacimiento del juicio propio. En el niño debemos amparar su alma infantil, que está sedienta de imágenes vivas, que al ser representadas y jugadas por él le ayudarán a mantener vivo su ser interior, su yo espiritual, que a través de él quiere manifestarse, tratando de retrasar lo más posible los juegos electrónicos o  virtuales. Estimular la fantasía es hacer participar al niño con cuerpo y alma en el que hacer lúdico.

Es así importante introducir rimas, preguntas y respuestas, nombres característicos, ritmos y canciones al contenido de los juegos, para hacerlo real, utilizando elementos cotidianos, que le sirvan de modelo  a su esquema perceptivo- representativo del mundo. Por otra parte, a través del juego se posibilita experimentar gran caudal de la genuina sabiduría, en forma de grandes imágenes arquetípicas, que al ser jugadas, entran dentro del niño a modo de grandes enseñanzas. El niño puede desarrollar antipatía frente a lo exento de amor, a lo esquemático, y simpatía a lo amoroso, lo bello y lo armonioso. El alumno quisiera poder emularse a través del juego, ejercitando el desarrollo de la valentía, venciendo miedos y obstáculos, constituyéndose en un ser libre.

Movimientos plenos de sentido como el martillar, cepillar, barrer sembrar, hachar, introducen sentido en la acción mera del jugar.

Dentro del juego el niño comienza a desprenderse de lo naturalmente inconsciente, es por ello que toman importancia los juegos donde tienen que luchar contra el “hechiza miento” y su liberación. En el juego el niño quiere intervenir vigorosamente en la disputa entre: lo bueno y lo malo. Él se encuentra del lado de los buenos y quiere apartarse lo más lejos posible de los malos. De ésta  misma manera a través de los juegos el niño desea vencer las flaquezas humanas y los malos propósitos, como así también el afán de dominar, la astucia, la torpeza, la voracidad en sus diferentes manifestaciones, la esclavitud. En el fondo el niño desea pulirse, esforzarse por conquistar habilidades, por ser cada día mejor buscando perfeccionarse a sí mismo.

En toda esta descripción podemos deducir que lo más importante no es “jugar”, como manera de entretener al niño, y ayudarlo a canalizar correctamente sus energías, que son muchas. Si no que jugando con él lo estamos educando, le estamos permitiendo ensayar conductas para su futuro, a la vez que le mostramos una inmensa gama de cualidades  a desarrollar en toda su niñez y adolescencia.

De la imaginación y la creatividad del maestro depende poder alcanzar estos objetivos. Teniendo en cuenta modelos tales como juegos de persecución, “uno contra todos” o “todos contra uno”, y sus diversas combinaciones, juegos de los oficios, a través de la imitación, incorporar movimientos arquetípicos, rondas, cantadas que nos permiten vivenciar la fuerza del círculo del centro  y la periferia, “la casa” lo seguro, y el “afuera” el mundo y la inseguridad que nos permite desafiar nuestro valor y astucia.

Juegos grupales con consignas claras que nos posibilitan vivenciar la fuerza de lo grupal, a diferencia de lo individual- juegos de escondites, que nos permiten no solo desafiar al adversario sino ocultarnos de lo visible y vivir en cierta forma la cualidad de lo espiritual-invisible. Al esconderme ¿qué logro? : “desaparecer”, esa cualidad que sólo logro por la noche cuando duermo y me libero de mi corporalidad.

Juegos de equipos con preguntas y respuestas, hablados. Juegos cantados y de imitación. Juegos de puntería y meta, le permiten al niño proponerse un objetivo y lograrlo. Juegos de pelota reglados, juegos de lucha, juegos de destreza.

Todos estos juegos le permiten al niño desafiarse  a sí mismo, y a los otros. Aprender a dar y recibir, aprenderse a valer por sí mismo ante el peligro y ayudar a otro en el momento que así lo requiera. Aceptar reglas, límites precisos, aprender a ganar y perder alentando a los demás, esforzándose lo más posible por lograr un objetivo o una meta. ¿Por qué el juego es tan motivante para el niño, el joven e incluso el adulto?

En Alemania se han hecho, últimamente investigaciones al respecto, tratando de dilucidar el porqué de que tantos jóvenes  hayan abandonado las disciplinas deportivas tradicionales en busca de alternativas nuevas de movimiento, deportes más libres no tan reglados ej.: Patinaje en las calles, Caminatas y aerobismo en grupo, Bicicleta, y una cantidad innumerable de juegos que atraen a multitudes. Una de las razones que se encontró fue que el juego ofrece características de cambio y novedad, en los deportes tradicionales nada cambia, nada es nuevo, todo está reglado.

El juego ofrece situaciones nuevas, incertidumbre, dado que cómo se lo  va a resolver, depende de los participantes. Otra característica es que posee un grado de complejidad lógico ni demasiado complejo, pues produce falta de motivación y frustración ni demasiado poco complejo pues produce aburrimiento,  la última de las razones es la situación de sorpresa que presenta el juego.

(… )“El juego en sí no tiene valor, si no es practicado en el momento justo, y a partir del estado anímico apropiado” (…) (Kischnik-Van Haren).