El Hombre y el movimiento

Por Mónica Oddino
Edición: Ariel E. Ramos

Ayer y hoy

Rudolf Steiner escribió alguna vez que los movimientos del cuerpo son sabios en sí mismos y que por esa razón nos brindan una sensación de libertad. Si dejamos que esos movimientos se expresen por sí mismos, sin limitarlos, y trabajamos para armonizarlos, la conciencia de libertad y calma interior crece dentro de nosotros. Al contrario, los movimientos mecánicos y sin sentido producen agotamiento, y bloqueo de las corrientes vitales.

En la antigüedad, el movimiento tenía un sentido claro en la vida del hombre. A través de los oficios, por ejemplo, se lograba un movimiento pleno de sentido. Hoy en día la tecnología suplantó al hombre, haciendo las tareas que éste había hecho desde antaño.

Los griegos tenían un concepto amplio del movimiento, y quien dominaba este arte era llamado “gimnasta”. Ese arte formaba parte de una búsqueda integral, de lo bello, lo bueno y lo verdadero, a través de disciplinas como la filosofía, la oratoria, las artes plásticas y la danza. En este sentido, la cultura griega buscó una relación armónica entre cuerpo, alma y espíritu.

Para el hombre de nuestro tiempo, rodeado de tecnología, moverse significa algo totalmente distinto. Por un lado, significa desplazarse en el espacio, y por otro, una ejercitación física (habitualmente en gimnasios o clubes) que suple a los movimientos naturales que la tecnología ha desplazado, y que el cuerpo necesita para su desarrollo vital. Pero existe algo en el ser humano que sigue ansiando la integración de cuerpo, alma y espíritu.

Esta polarización entre pasividad casi absoluta y movimientos artificiales quizá sea más evidente hoy día en los jóvenes y niños, que pasan muchas horas sentados frente a la televisión o la computadora, en una actividad casi exclusivamente mental, y que luego aprovechan sus horas libres para expandirse a través de los deportes, como una forma de canalizar el deseo retenido, de moverse. Nuestra sociedad, y en particular las instituciones educativas, premian en general el desarrollo intelectual por sobre el corporal y no apuntan a un desarrollo armónico de toda la individualidad a través de la estimulación física, anímica y espiritual. En toda la sociedad vemos una tendencia similar, y cuando el cuerpo es valorado, lo es desde el aspecto materialista, para lograr belleza física a costa de sacrificios en la comida, exigencias aberrantes y cirugías.

Este “sistema” de la vida contemporánea abruma y aturde al ser humano, y vemos que en los consultorios psicológicos se atiende cada vez más frecuentemente a pacientes con problemáticas anímicas de diferentes tipos: miedos, fobias, obsesiones, anorexia, bulimia, trastornos en el sueño y ataques de pánico. Esto sucede, en parte, porque nuestra cultura atenta fundamentalmente contra toda la organización rítmica del hombre: respetar las horas de sueño, llevar una buena alimentación, hacer caminatas diarias etc., todo lo cual contribuye a crear salud.

Se trata de explicar esta situación desde la medicina, la pedagogía, la psicología, etc., pero parece no haber salida para este dilema en el que nos encontramos hoy en día, en el cual faltan de estímulos para reencontrarnos con el movimiento. El consejo primordial, pocas veces tenido en cuenta, es mantener un buen estado evitando la vida sedentaria, realizando actividad física diariamente en  forma integral. Ningún tipo de terapia, puede compensar la falta de movimiento.

¿Qué es el movimiento?

El movimiento es, en su sentido más profundo, pura voluntad hecha acto. Todo lo vivo, tiene  movimiento, desarrollo, metamorfosis, proceso. El movimiento es la forma de expresarse que tiene la vida misma, abrazando la materia y ordenándola. Esta conexión intrínseca entre vida y movimiento era mucho mayor en tiempos pretéritos, pero con el correr de los siglos pasó a ser algo abstracto, separado de cualquier relación con la trascendencia. Hoy día nos enfrentamos de forma muy clara con la alternativa entre dos concepciones del mundo: la materialista y la espiritual.

Desde una mirada materialista del hombre, a través del ejercicio físico logramos, distensión del estrés, descarga de energías, fortalecimiento, flexibilidad y agilidad muscular. Todo esto es muy saludable si no es encarado meramente con un sentido egoísta, como perpetuar la juventud y la belleza por más tiempo, que es lo que promueve nuestra cultura en la actualidad y carece de un sentido de trascendencia espiritual.

Reencontrando caminos

¿Cómo re-descubrir ese impulso espiritual detrás del movimiento que ya los griegos descubrieron antaño? Los educadores que conocemos esta problemática no podemos buscar unilateralmente el desarrollo del cuerpo o del intelecto. Debemos promover un desarrollo integral de los sistemas neuro-sensorio y metabólico- motor que tenga su centro en las “fuerzas del sentir” (sistema rítmico). A través de estas fuerzas, el ser humano encuentra en sus primeros años, armonía en el movimiento de su alma y en el de su cuerpo físico. En el trasfondo está el deseo de conocerse a sí mismo, y de experimentar los límites de su corporalidad. En la infancia, a través del juego, colocamos las semillas para el auto-conocimiento. A partir de los 14 años y hasta los 42, esa fuerza se va metamorfoseando en una necesidad de “rendimiento” de la vida anímica, cuyo objetivo es lograr el equilibrio y la calma interior. Finalmente, en la madurez, las fuerzas se concentran en un “rendimiento espiritual”, como forma de entregar al mundo todo lo que se ha experimentado y aprendido. Se abre así un nuevo camino de auto-conocimiento.

Si a lo largo de la vida no se logra promover la evolución de este impulso, que tiene su primer anclaje en lo físico, se corre el riesgo de un apego desproporcionado a lo físico-material con un endurecimiento excesivo del cuerpo y un “ablandamiento” de la vida anímica. En el otro extremo se encuentra el sedentarismo que produce abulia, bloqueo hasta llegar a la parálisis, y se expresa en una gran dificultad o imposibilidad para transformar la realidad de la propia vida.

A principios del siglo XX (1919) Fritz Graf Von Bothmer, discípulo de Rudolf Steiner, comprendió esta dicotomía presente en el movimiento, e impulsado por el fundador de la antroposofía, dio a luz a la  Gimnasia Bothmer®, basada en las enseñanzas griegas, y ampliada desde esta nueva cosmovisión.

Su intensión era crear una nueva  gimnasia que posibilitara al hombre, acompañar el desarrollo del cuerpos físico durante el segundo y tercer septenio y posibilitara al hombre desplegar la voluntad en sí mismo, la armonía entre su pensar, su sentir y su actuar, alcanzando la plenitud a través del actuar de los  doce sentidos.

Comprendió que el hombre se yergue en el espacio, venciendo la ley de gravedad y buscando a través de la levedad, la luz del sol. Aquí en el plano físico, se confronta con los diferentes planos que conforman su tridimensionalidad: el plano sagital, que  tiene su relación con la actividad del pensar (derecha izquierda, dos hemisferios), plano frontal, delante -atrás, relacionado con la actividad volitiva. Y finalmente el plano horizontal, relacionado con la vida del alma, arriba-abajo, como es en el cielo es en la tierra, y el desafío consiste en moverse conscientemente, para poder despertar a los diferentes tipos de espacios existentes, espacio individual, a través del cual puedo encontrarme conmigo mismo y recorrer mi propio camino de auto-conocimiento, espacio social, en el cual puedo relacionarme con los “otros” y finalmente el espacio infinito, a través del cual me conecto con mi ser espiritual y por ende con la Divinidad.

Es así que Jaime Mc. Millán, al cabo de muchos años, casi 20, de intensiva investigación y experimentación, en este campo y  como formador de gimnastas en la escuela de Gimnasia Bothmer® en Stuttgart, en diferentes situaciones pedagógicas y terapéuticas, incluyendo diferentes disciplinas del movimiento, realizó una ampliación del camino que Bothmer había emprendido y en 1985 funda el Spacial Dynamics Institute®, en Albany New York, USA, ver www.spacialdynamics.com

Spacial Dynamics® Spacial es el adjetivo inglés para space: espacio. Esta palabra contiene en sí misma la aspiración de esta nueva disciplina del movimiento, en la cual el hombre crea una dinámica con el espacio en el cual habita. Dicha dinámica entre el hombre y el espacio se plasmó en una serie de ejercicios, de movimientos orientados en el espacio, a través de juegos y de un refinado método de estudio de la biomecánica del movimiento.

El germen para el desarrollo de esta disciplina, fue fundamentado por las observaciones hechas por Mc. Millan durante sus estudios en psicología, y en las sesiones terapéuticas como fisioterapeuta, en la cual observó una asombrosa similitud en la postura física y en los modelos de movimientos de pacientes con cuadros patológicos parecidos. En el caso de niños autistas, por ejemplo, donde no hubo encuentro con otros autistas, los movimientos cobraron una similitud tal, que parecían copiados.

Parece que una determinada enfermedad o síndrome, modela de manera característica, la imagen del movimiento del paciente. ¿Sería posible entonces trabajar en forma inversa? Si de hecho la enfermedad cobraba un efecto negativo sobre el modelo de su movimiento ¿podría entonces cobrarse un efecto positivo sobre la enfermedad a través de movimientos curativos? Primeros intentos en esa dirección ya aportaron resultados que alentaron la esperanza.

Eran necesarias determinadas condiciones previas, para poder implementar el movimiento terapéutico, en forma exacta debida, los propios movimientos debían ser apropiados para la imitación, debía ser obtenida una nueva comprensión del espacio, debía ser elaborada una imagen ideal del hombre que se mueve en equilibrio, debía ser desarrollada una nueva manera de poder percibir el movimiento. Además debía ser investigado el efecto específico de un determinado movimiento.

Para la formación del propio movimiento debe ser vivenciado a través del deporte, de la danza del esgrima: este es el espacio dominado, a través de las artes marciales orientales, se vivencia el espacio concentrado ,en el enfrentarse con el agua, el sonido y la euritmia, nos enfrentamos con el espacio que fluye, a través de la geometría proyectiva llegamos a la conciencia del espacio infinito, a través del masaje rítmico, la fisioterapia, y las terapias del movimiento llegamos a la conciencia del espacio del otro.

Tuvieron que cobrar una expansión asimismo, la concepción del espacio y su percepción a través del pensar. Al respecto, pudieron ser halladas ideas de apoyo en las obras de pensadores, revolucionarios del siglo XIX y XX.

Hablando en términos de crear en sí mismo fuentes de salud, como indica la Salutogénesis, el  practicar regularmente, Gimnasia Bothmer® o Spacial Dynamics® , acrecienta no solo el aparato inmunológico sino que a su vez armoniza el cuerpo emocional y espiritual. Contribuye a moverse de una manera más económica,  vigorizando la voluntad, reduciendo el stress, elevando el humor, logrando neutralizar el nerviosismo diario, dando paso al bienestar, al equilibrio interior, aportando alegría de vivir. Además de despertar la conciencia corporal y espacial, despierta el interés por los “otros”, acrecentando la atención, la memoria, elevando el auto estima.

Es muy indicada en terapias de anorexia nerviosa, bulimia, trastornos de ansiedad, fobias, ataques de pánico, problemas posturales, reuma, artrosis u artritis, osteoporosis etc. y en toda enfermedad en la cual el yo o núcleo del alma, se haya debilitado y  necesite ser fortalecido, equilibrado y alineado.

Respetar nuestros ritmos y buscar el sentido pleno de nuestra vida, es conjuntamente con el movimiento el  camino certero para llegar a la meta de nuestra propia realización.